19.7.10

Zipelbrúm

Arrancando la semana, les dejo un textito de Jodorowsky. Algo truculento pero no por eso menos interesante. Sugiero su lectura con música de Seven That Spells y algunas copitas de grapa para aguantar el fríooo…



Zipelbrúm
por
Alejandro Jodorowsky


A nadie le importó cuando encontraron su pieza desierta. La dueña dijo: “El de la 13 ha desaparecido”.
Siguieron comiendo. Un pensionista volcó el arroz sobre su armadura. Mientras limpiaba, un mozo aprovechó para comentar: “Yo sabía que el tal Octavio iba a desaparecer; por eso no me preocupaba de asearle la pieza”. Siguieron comiendo.
Octavio, en la Universidad, fue mal considerado por faltar a los cursos de Alquimia y Lanza; el profesorado llegó a despreciarlo; el Abad le negó el ingreso al Centro de Investigaciones Fonéticas y no merecía ser rechazado; era un buen estudiante aunque no de las materias que interesaban a los otros.
Había creado una teoría: “La Voz no surge de las cuerdas vocales ni del aire que las remece. Existe sin que nadie la produzca. Sólo que está prisionera en los músculos de la garganta y depende de la voluntad.”
“Quiero libertarla. Hacer que salga por cualquier parte del cuerpo: por un ojo, por una mano. Conseguido esto, independizarla de mi voluntad. Entonces sonará cuando y por donde ella quiera. Yo la oiré.”
Abandonó la ciudad universitaria y arrendó un cuarto en una pensión. Como no se asomaba al corredor, llegaron a olvidarlo. El mozo no lo atendía. Su cama se pobló de parásitos y tuvo que acostumbrarse a las privaciones: podía pasar semanas masticando pan duro y bebiendo agua. Ni siquiera necesitaba dormir; afiebrado, velaba trabajando según sus métodos.
Después de mucho, cuando, como las ratas a un barco derruido, los bichos iban abandonándolo por no tener qué succionar en su piel seca, encontró lo que buscaba. Al roer aquella noche el pan y herirse con la corteza, emitió una exclamación que salió por una pierna. Enloqueció de júbilo, escapó desnudo a la calle...
A nadie le importó. Siguieron comiendo.
Octavio, en cueros, no podía ir lejos. Los cubos de madera del pavimento se hinchaban absorbiendo lluvia. Las llaves colgadas ante el gremio de los maestros cerrajeros sonaban removidas por el viento del mar; al mismo tiempo se balanceaban los avisos de neón de las bebidas gaseosas. Detrás de los vitrales las hijas, junto al teléfono, tocaban el laúd, y lejos, las flores de los naranjos enanos perfumaban el aire revuelto de los extramuros mientras Octavio seguía, con los pies descalzos, caminando sin rumbo y hablando por todas las partes de su cuerpo, incluyendo las secretas.
Pronto, la baja temperatura lo volteó. Cayó ante una puerta carcomida. Lo oyó maese Brumstein.
Maese Brumstein fabricaba a mano sus botines. En seguida los vendía a plazos. Nadie le pagaba más de la mitad del precio estipulado. Cuando iba a cobrar el saldo, se negaban, objetando que el calzado era de mala calidad. Si el zapatero insistía, le daban una botella de aguardiente y lo echaban a palos. El anciano regresaba a la zapatería; llorando, tragaba alcohol y, ebrio, llamaba a su dios, Zipelbrúm, muñeco de madera con voz humana que un día iba a llegar para darle felicidad.
Entonaba sus salmos cuando sintió golpear contra la puerta. “¿Quién interrumpe mi oración a esta hora? ¡Iré a ver!”. Vio a Octavio tendido. Sintió estremecimientos, comezón de ojos, zumbar de oídos. Con la lengua seca dijo: “¡Llegó Zipelbrúm!”... Octavio tenía la piel tan endurecida que fácilmente se le podía confundir con madera.
Maese Brumstein entró al desmayado, buscó un martillo, y clavó a Octavio en la pared, encendió tres velas delante de él y esperó.
Octavio al despertar creyó que soñaba. Se encontró clavado en una pieza obscura repleta de botellas vacías, trozos de cuero y hormas de yeso; con un viejo ebrio, de rodillas, que lloraba golpeándose el pecho con un zapato a medio hacer.
—¿Quién eres tú? —preguntó.
—¡Tiene voz humana! ¡Habla sin mover la boca: es de madera! Zipelbrúm: yo sabía que alguna vez ibas a venir para traerme la felicidad.
—¿Qué felicidad esperas de mí?
—¡Que me paguen las deudas!... ¿Será eso? Si me las pagan tendré dinero. Si uno tiene dinero es pernicioso embriagarse. Vendrá el burgomaestre y me dará un sermón; vendrá un policía y me impondrá multas; vendrán los vecinos a pedirme que entre al club de los maestros abstemios; me harán la vida imposible y ya no podré beber ni cantar mis salmos... Cierto es que no hay necesidad de salmos pidiendo que vengas, porque estás aquí. ¿Qué voy a cantar ahora? Esa era mi felicidad. Tú me tienes que decir cuál será la nueva.
—No sé qué pueda ser la felicidad para ti estando yo en tu pieza.
—¡O me dices o te golpeo! —dijo maese Brumstein, sacando un látigo.
—¡Créeme, no sé! —contestó Octavio asustado.
—¡Zipelbrúm lo sabe todo! —gritó el viejo y comenzó a azotarlo. Vapuleaba con tanta furia que Octavio empezó a quejarse a través de todos sus poros. Estos lamentos enardecieron más al zapatero, quien, bebiendo aguardiente y dando latigazos, amenazaba continuar golpeando durante horas.
¡Ahora ya tengo que hacer cuando bebo:
Azoto a mi señor Zipelbrúm!
Este nuevo canto no era místico sino sensual.
Algo pasó en Octavio. Exhausto, había dejado de gritar y, sin embargo, la voz le sonaba a través de las vísceras.
—¡Gracias, maese Brumstein! ¡La Voz se ha liberado de mi voluntad!
El zapatero estaba perplejo. Empezó a buscar. Al cabo de un tiempo se acercó al cuerpo de Octavio y apoyó una oreja. Sonrió. “El canto tiene que ser para mí.”
Tomó un cuchillo y hundiéndolo en el cuerpo de su dios, lo fue abriendo. Octavio quiso pedir: “Ahora que lo he logrado, no me la quites”, pero no tenía voz para decirlo. Ella vibraba libre, como un animal joven.
La voz abandonó el cadáver de su antiguo amo, recorrió el cuarto para después salir por la ventana y perderse hacia lo lejos.
Maese Brumstein la oyó alejarse. Bebió un último trago, desclavó los restos, los arrastró al fondo de la casa y trepándose por el cerco, dejó caer el cuerpo abierto en el patio de su vecino. Siete grandes perros se acercaron.
Maese Brumstein, mientras se disponía a dormir, exclamó:
—¡No era Zipelbrúm!


Alejandro (Alexandro) Jodorowsky Prullansky (Tocopilla, Chile, 1929), es un artista polifacético chileno de origen judío-ucraniano. Entre sus muchas facetas destacan las de escritor, filósofo, dramaturgo, actor, poeta, director teatral, director de cine, guionista de cine, compositor de bandas sonoras, escultor y escenógrafo en cine, guionista de cómics, dibujante y autor de "Fabulas Pánicas", instructor del tarot, mimo, psicoterapeuta, psicomago y un excelente cocinero. Fundó, junto a Roland Topor y Fernando Arrabal, el Grupo Pánico. Su aportación más controvertida es la psicomagia, una técnica que conjuga los ritos chamánicos, el teatro y el psicoanálisis, pretendiendo supuestamente provocar en el paciente una catarsis de curación. También es conocido en el mundo del cine por dirigir los largometrajes La Montaña Sagrada, El Topo o Santa Sangre, entre otras.
En la actualidad, Jodorowsky vive en Vincennes, cerca de París, donde da clases de tarot y conferencias sobre sus teorías (la psicomagia y la psicogenealogía) en el Cafe Le Téméraire de la avenida Daumesnil, cerca del Gare de Lyon.

Películas
La Cravate (La corbata, 1957, Francia)
Fando y Lis (México, 1968)
El Topo (México, 1970)
La montaña sagrada (The Holy Mountain, México-Estados unidos, 1973)
Tusk (Francia-India, 1980)
Santa sangre (Sangue santo, Italia-México, 1989)
El Ladrón del Arcoiris (The Rainbow Thief, Reino Unido, 1990)
The Sons of El Topo (Los hijos del Topo, Francia-Rusia, 2011)
Obras de Teatro
La fantasma cosquillosa (farsa iniciática) (1948)
La princesa Araña (asquerosa opereta surrealista para niños mutantes, escrita con Leonora Carrington) (1958)
Melodrama sacramental (1965)
Zaratustra (aventura metafísica) (1970)
El túnel que se come por la cola (auto sacramental pánico) (1970)
El Juego que todos jugamos (1970)
El mirón convertido (tragedia pánica) (1971)
El Ensueño (Paráfrasis de la obra de Augusto Strindberg) (1971)
Pedrolino (mimodrama ballet) (1998)
Ópera pánica (cabaret trágico) (2001)
Escuela de ventrílocuos (comedia absurda) (2002)
Las tres viejas (melodrama grotesco) (2003)
Hipermercado (paporreta infame) (2004)
El sueño sin fin (drama sublime) (2006)
Sangre real (drama antiguo) (2007).
Teatro sin fin (tragedias, comedias y mimodramas) (Ediciones Siruela, Madrid, 2007). Antología teatral que incluye todos los títulos anteriores.
Comics
Anibal 5 (México, 1966), con el dibujante Manuel Moro
Fábulas pánicas (México, 1967-1973), guión y dibujo
Los ojos del gato (1978), con el dibujante Moebius
La saga de Alendor, con el dibujante Silvio Cadelo
Gilles Hamesh, detective privado de todo, con el dibujante Durandur
Los mellizos mágicos, con el dibujante George Bess
Le tresor de l'ombre, con el dibujante François Boucq
El Incal (Francia, 1980-1988), con el dibujante Moebius
Las aventuras de Alef-Thau (Francia, 1983-1998), primero con el dibujante Arno y luego con Al Covial
John Diffol antes del Incal (1988-1995), con el dibujante Zoran Janjetov
Aníbal Zinq (1990), con el dibujante George Bess
El corazón coronado (1991), con el dibujante Moebius
La casta de los Metabarones (Francia, 1992-2002), con el dibujante Juan Giménez
La pasión de la Diosa-mante (1992), con el dibujante Jean-Claude Gal
Un comic (1992), con el dibujante Enrique Lihn
La catedral invisible (1993), con el dibujante François Boucq
Oda al X (1993), con el dibujante George Bess
Cara de luna (1994-1997), con el dibujante François Boucq
Juan Solo (1995-1999), con el dibujante George Bess
Allior (1995), con el dibujante Víctor de la Fuente
El Lama blanco (Francia, 1998-1993), con el dibujante Georges Bess
Los Tecnopapas (1998-2002), con el dibujante Zoran Janjetov
Megalex (1999), con el dibujante Fred Beltrán
Después del Incal (2000), con el dibujante Moebius
Bouncer (2001-2004), con el dibujante François Boucq
Los Borgia (2006), con el dibujante Milo Manara
Los Cuatro de John Difool / Final Incal 1 (2008), con el dibujante Ladrönn
Libros
Cuentos pánicos (1963), ilustrado por Roland Topor
Teatro pánico (1965)
Juegos pánicos (1965)
El Topo, fábula pánica con imágenes (1970), guión original de la película El Topo
Fábulas pánicas (1977), reimpresiones de tiras publicadas en el periódico Heraldo de México
Las ansias carnívoras de la nada (1991) Novela.
La trampa sagrada: Conversaciones con Gilles Farcet (1991)
Donde mejor canta un pájaro (1994) Novela.
Psicomagia, una terapia pánica (1995)
Garra de Ángel (1996) ilustraciones de Moebius
Antología pánica (1996), recopilación de textos por Daniel González-Dueñas
Los Evangelios para sanar (1997) Ensayo.
La sabiduría de los chistes (1997), ilustraciones de George Bess Ensayo.
El niño del jueves negro (1999) Novela.
Albina y los hombres-perro (2000) Novela.
La trampa sagrada (2000) Libro de entrevistas.
No basta decir (2000) Poesía.
La danza de la realidad (2001) Memorias.
El loro de siete lenguas (2001) Novela.
El paso del ganso (2001) Relatos.
La sabiduría de los cuentos (2001) Ensayo.
Ópera pánica (2001) Obra de teatro.
El tesoro de la sombra (2003) Memorias.
Fábulas pánicas (2003), reimpresiones completas de la tira publicada por el Herlado de México
El dedo y la luna (2004) Ensayo.
Piedras del camino (2004) Poesía.
La vía del tarot (2004) Ensayo.
Yo, el tarot (2004) Ensayo y poesía.
El maestro y las magas (2006) Memorias.
Solo de amor (2006) Poesía.
Teatro sin fin (tragedias, comedias y mimodramas) (2007)
Correo terapéutico (2008) Ensayo.
Manual de Psicomagia (consejos para sanar tu vida) (2009)
Pasos en el vacío (2009) Poesía.
Tres cuentos mágicos (para niños mutantes) (2009) Cuentos.
Poesía sin fin (2009) Poesía completa.

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